Las distintas investigaciones en el nivel elemental sugieren que la calculadora es un importante instrumento de apoyo didáctico, ya que su uso permite ejercitar determinados cálculos favoreciendo una selección de estrategias apropiadas.
La opinión bastante frecuente entre los maestros de que el uso de la calculadora debe dejarse para niveles superiores revela en algunos casos un rechazo hacia lo nuevo y el temor de que el uso indiscriminado de la calculadora lleve a utilizarla para realizar cálculos muy elementales.
Tales temores son comprensibles y no deben ignorarse. Sin embargo, las pruebas hoy disponibles, resultado de la investigación, indican la existencia de ventajas que compensan ampliamente los posibles inconvenientes.
En algunas de ellas se ha llegado a la conclusión de que los alumnos que habían hecho uso de la calculadora:
- Mejoraron su actitud hacia la matemática.
- Mejoraron en las destrezas de cálculos mentales.
- Mejoraron en la comprensión de conceptos.
- Mejoraron en la adquisición de estrategias adecuadas para resolver problemas.
- El conjunto de las investigaciones no muestra que el uso de las calculadoras haya producido algún efecto adverso sobre la capacidad básica de cálculo.
A pesar de todos sus beneficios y capacidades, las calculadoras nunca serán capaces de reemplazar a la mente humana. Por ejemplo, cuando se trata de leer y comprender una situación problemática, escribir una apropiada ecuación a un problema, elegir las operaciones que hay que usar, interpretar correctamente la solución que aparece en el visor de la calculadora, y determinar si la respuesta es apropiada o no, desde el punto de vista del problema. Las calculadoras junto con las destrezas mentales, aquellas con lápiz y papel, y la estimación, cuando son apropiadas, componen las herramientas que ayudan al alumno a resolver problemas.
Los cambios se deben producir incorporando la calculadora dentro del proceso de aprendizaje y se deben integrar sin sacrificar la profundidad de los conceptos matemáticos.
Las calculadoras facilitan la exploración y el descubrimiento, favoreciendo una activa aproximación al aprendizaje y, aunque se podría pensar que ellas sólo permiten el trabajo individual, las investigaciones indican que promueven la interacción entre estudiantes y maestros y entre el conjunto de estudiantes. Podemos afirmar que el desempeño de los alumnos mejora con el uso de las calculadoras. Esto sugiere la necesidad de incorporarlas cada vez más en la enseñanza y aprendizaje de las matemáticas.
Ya decía Santaló (1978): “La aplicación de las calculadoras a ciertos problemas numéricos y la conveniencia de su tratamiento dentro de la enseñanza para todos, aparece día a día como una necesidad mayor. El mundo está siendo dominado por la informática y los futuros ciudadanos deben estar preparados para entender los complejos mecanismos que la sostienen, mecanismos que eran muy complejos hasta hace pocos años, pero que se van simplificando y van quedando “al alcance de todos” gracias a los progresos de la técnica (sobretodo la electrónica) y de su sostén matemático.”
¡Las calculadoras no “entienden” matemática, pero facilitan considerablemente la comprensión de la matemática!
“Si se trata únicamente de los cálculos matemáticos, las calculadoras de bolsillo pueden ser suficientes y su mayor facilidad de adquisición (cada alumno puede disponer de la suya) hace que su uso sea altamente recomendable desde los primeros grados. Hay que ejercitar el cálculo mental para números pequeños, pero las operaciones con números de más de dos cifras hay que dejarlas para las calculadoras. Después de todo, el lápiz y el papel son instrumentos de cálculo primitivo, que puede sustituirse con ventaja por otros más evolucionados.” (Santaló, 1986).
El Informe Cockcroft (1985) también afirma: “La investigación ha demostrado que, los alumnos habituados a usar la calculadora mejoran su actitud hacia la matemática, las destrezas de cálculo, la comprensión de los conceptos y la resolución de problemas”.
Fuente: “La calculadora como recurso didáctico”. S. Del Puerto & C. Minnaard.